Nace en Rengo, Cachapoal, VI Región, el 13 de Febrero de 1858. Sus padres fueron Juan de Dios Román y Catalina Corral.
Al momento de iniciarse el conflicto con Bolivia y Perú, Benigno Román era un joven de 21 años de edad que se enrola como voluntario.
Durante su formación como soldado en el Batallón Colchagua, es ascendido a Cabo 1º por su disciplina y destacada participación en los meses de instrucción militar, antes de viajar al norte en diciembre de ese año.
Participa en la Expedición Lynch, en los meses de Septiembre y Octubre de 1880.
En la Campaña de Lima se destacó en la Batalla de Chorrillos, donde, ya teniendo sus galones de Sargento 1º, realiza una acción que le merece el ascenso a Subteniente 1º en el campo de batalla.
Les traigo el relato de este acontecimiento en el que se destaca este héroe renguino por su valor en momentos cruciales. La fuente es en un diario de 1932 y es el testimonio entregado por el subteniente J. Manuel Unzuela:
“Eran las 2:00 P.M. del día 13 de Enero de 1881. Los morros Solar y Salto del Fraile vomitaban fuego y con sus granadas reventadas en el aire diezmaban a nuestros soldados haciendo estragos espantosos. El morro Salto del Fraile era protegido por un regimiento de caballería, el Grau, que se encontraba a la entrada del pueblo de Chorrillos.
La 4ª compañía del Colchagua había perdido, al principiar la batalla, a su capitán el valiente Juan Domingo Reyte y al teniente don Demetrio Sotomayor del Campo, quedando únicamente como jefe el subteniente José Manuel Urzueta y el sargento 1º Benigno Román Corral.
Se ordenó descansara la tropa de las grandes fatigas de la batalla, pues habían peleado desde las 4 de la mañana sin tener un solo momento de descanso.
Yo y mi compañero Román nos encontrábamos frente al sitio donde estaba el Estado Mayor General. En esos momentos se veía flamear en la cumbre del morro Solar nuestro hermoso tricolor.
El general Baquedano, con la voz de trueno, ordena que un ayudante de campo vaya a reconocer si esa bandera que flameaba en el morro era puesta por soldados chilenos o peruanos, pues estos lo hacían siempre que se veían acosados por nuestros valientes rotos.
Mi compañero Román salta al frente del general y le dice estas textuales palabras:
“Mi general, yo voy. No he venido a la batalla para ser siempre soldado: o quedo en el campo de batalla o me calo en mi frente un galón”.
Viendo el general el arrojo del primero Román, le dice:
“Primero, parta, y si las balas lo respetan, se cumplirán sus deseos”.
Mi compañero Román toma un caballo y parte al escape. El general pronuncia estas palabras:
“¡Pobre primero! Será difícil su vuelta”.
Román vuelve y le dice:
“Mi general, la bandera es chilena, pero soldados nuestros no la han puesto, porque el que se atreve a llegar al pie del morro, cae muerto. Son muchos los que hoy han pagado su tributo a la patria.”
El general le pregunta, le dice, sacándose su kepì:
“Mi primero, ya se cumplieron sus deseos, es Ud. ascendido a subteniente en el campo de batalla”.
Al pronunciar el general estas palabras, todos los oficiales presentes se sacaron su kepìes.
Este ascenso en el campo del honor fue comunicado en la Orden del Día a todos los cuerpos del Ejército.
En esos momentos todos los fuegos estaban concentrados a los dos morros ya mencionados. Yo, mi compañero Román y 50 soldados más o menos, nos dirigimos al pueblo de Chorrillos, pues la distancia que separaba el sitio donde estaba colocado el Estado Mayor General de ese punto, era más o menos de ocho a diez cuadras.
Una vez que nos introdujimos en el pueblo con el fin de remojar con algo nuestras secas gargantas y al volver la calle que sale del morro Salto del Fraile, atravesando el pueblo en dirección al sur, mi compañero Román descubrió de entre un montón de chilenos muertos al sargento 2º de la 3ª compañía del 2º batallón, don Roberto Dupont, y observando el cadáver ve que una bala le había atravesado el cráneo.
El cadáver del infortunado Dupont estaba casi completamente desnudo, pues solo conservaba la ropa interior; las botas, dolman y pantalones habían desaparecido. (Era costumbre entre los peruanos, sacarle las prendas a los chilenos y colocárselas ellos).
Román jura vengar a su compañero.
En estos momentos atraviesa el bravo entre los bravos, don Manuel Baquedano, nuestro benemérito general. La tropa presenta sus armas y ofrece al Superior Jerárquico una copa, la que él aceptó y dirigiéndole la palabra a Román le dice:
“¡Mi subteniente, termine su obra principiada!”
En los momentos en que el general se perdía de vista. El regimiento de caballería Grau, que protegía al pueblo, da una carga contra las fuerzas chilenas y una vez que fue derrotado, huye al escape morro arriba. Nosotros le seguimos; pero la tropa no. De lo alto del morro se desprende un individuo montado sobre un caballo picaso rabicano, y pensando hacer presa entre nosotros, traba desigual batalla con mi compañero Román. Yo no pude favorecerlo, una bala me hirió en el pie derecho y estaba fuera de combate. Un cabo de la misma compañía de Román, Plácido León Candia, quiso ayudarlo, pero fue puesto fuera de combate. Un hachazo del enemigo le había cortado los cuatro dedos de la mano derecha.
La batalla se hacía más encarnizada. Ninguno de los dos cedían. Bravo el coronel peruano don Isaàc Recabarren; bravo el 1º don benigno Román. Por fin Román da a su enemigo un golpe lanzado y le atraviesa el lagarto del brazo derecho. La espada cae al suelo, Román toma el caballo de la brida, hace desmontarse al coronel, quiere matarle, éste le suplica, ruega, llora y le dice:
“Mi primero, soy prisionero de guerra, lléveme donde su general, es mi íntimo amigo, soy tío de Manuel Recabarren, Ministro de Guerra en Chile y de esta entrevista con Manuel Baquedano, pende nuestra victoria.
Mi compañero con su frente cubierta de laureles, nunca olvidó que era hombre, y al cautivo y herido Recabarren apaga su sed, dándole un trago de agua de su caramayola, a pesar que yo, desde el suelo, que era mi lecho de dolor, le decía: compañero mate a ese peruano miserable, canalla, cobarde.
Román con su presa atraviesa el campo y cumpliendo los deseos del cautivo, le presenta al general, quienes se abrazan y se dicen:
“MI valiente Manuel…Mi valiente Isaàc. ¿Cómo lo veo por aquí?” Recabarren contesta: “El destino me ha obligado entregar a este sargento 1º mi espada, mi cuello y reloj de oro, porque en buena y justa lid fui vencido por èl.”
El general felicita nuevamente a Romàn.
Recabàrren dice al general: “Dentro de pocos momentos llegan de Lima 3.000 hombres de reserva.” Con esta noticia el ejército es reforzado y la victoria es nuestra a las 4 de la tarde.
Son testigos de este glorioso hecho de armas los capitanes don Andrés Soto Ladrón de Guevara, don Andrès Jaramillo y todos los oficiales de cuerpo.
La espada de Recabàrren fue regalada por Romàn al jefe de su cuerpo, don Manuel José Soffia, en presencia del cuerpo de oficiales.
J. Manuel Unzuela
Subteniente del Colchagua”
(Texto transcrito del original que se encuentra en los archivos de la Biblioteca Nacional de Santiago, publicado en el diario renguino “La Opinión”, el 18 de Enero de 1909 y vuelto a publicar en el diario “El Comercio” de Rengo el 16 de Enero de 1932.
Nuestro héroe continuó en la Guerra del Pacífico y participó en la Campaña de la Sierra, en la Expedición Arriagada en el año 1883.
En el año 1884 vuelve a Chile, a la tierra que lo vio nacer, allá en Rengo. Allí compartio sus experiencias con otros veteranos y vecinos de su comunidad recibiendo el afecto de todos.
Su familia guardó las reliquias de este venerable soldado. Las precéas ganadas en el conflicto bélico fueron las siguientes:
Campaña de Lima
Campaña a Bolivia y Perú
Campaña de la Sierra Perú
En los archivos de pagos y recompensas del año 1907, Benigno Román aparece como beneficiario por dos acciones mientras tuvo el rango de Subteniente.
Los descendientes de este héroe han guardado por generaciones el recuerdo vivo de quien fuera un servidor de la patria y héroe nacional.
Le doy profundamente las gracias a quien me contactó para dar a conocer esta historia, don Ángel Campos, quien se encuentra en la cruzada de levantar un nuevo monolito de los 4 héroes renguinos que se encontraba ubicado en la ciudad y que de un día para otro fue sacado y dejado en el olvido. El año 2018, en carta al alcalde la ciudad agradece las intenciones de volver a restablecer este monumento a sus conciudadanos y en sus palabras refleja rl sentimiento que por más de cien años ha guiado a su familia:
«La imagen, ejemplo y figura de don Benigno Román Corral, siempre fue una verdadera guía en nuestro quehacer familiar»
Difundamos esta historia para hacer conciencia de la importancia de no olvidar a nuestros guerreros.
Fuentes: www.familysearch.cl
Boletín de la Guerra del Pacífico
Recopilación de Leyes, Dl., Reglamentos y Decretos del Ejército
Nominales de la Campaña de Lima
Archivo de La Biblioteca Nacional y datos proporcionados por el familiar del Capitàn don Benigno Román Corral don Angel Campos