SANTA JULIA DE RANCAGUA, DOMINGO EN LA TARDE
El sol caía sobre el campo El Molino cuando Michell Montes, de 31 años, abrazó a su hijo Santiago, de 10, frente a las gradas improvisadas del Campeonato de Softbol «Otoño 2025». Minutos antes, el equipo Delivery Express —una grupo de venezolanos radicados en Rengo— había desfilado con camisetas negras con rojo y blanco. Perdieron 7-4 contra los Halcones, pero nadie hablaba de derrotas. «Aquí ganamos por ser familia», dijo Edgar Piña, de 49, mientras empacaban gorras y botellas de agua. No sabían que, en unas horas, el Chevrolet Aveo que los llevaba de vuelta a la Villa Los Conquistadores se convertiría en un ataúd de metal retorcido.

EL ÚLTIMO VIAJE
El accidente ocurrió en el kilómetro 99.5 de la Ruta 5 Sur, un tramo que los migrantes venezolanos recorrían como ritual cada fin de semana. Eran las 19:30 cuando el Aveo, cargado con siete personas, pisó una mala línea del destino: el neumático trasero izquierdo estalló. El conductor, Amílcar Mora —padre de Nahomy, de 8 años— forcejeó con el volante, pero no pudo, se estrelló y volcó, poniendo fin a las vidas de dos niños y 3 adultos.
En el asiento trasero, Michell cubrió a Santiago con su cuerpo. No sirvió. Junto a ellos murieron Lumilet Castillo, y Edgar, el jonronero del equipo.
El accidente dejó sin familia a Yonakel Rodríguez, padre de Santiago y viudo de Michell.
LOS SOBREVIVIENTES
En la UCI del Hospital Regional de Rancagua, Francisco Alfaro, de 37 años, respira entre tubos. Los médicos luchan por estabilizar su columna fracturada antes de operar. «Las próximas horas son una montaña rusa», advirtió la doctora Yildry Sibada. A su lado, en la UTI, Amílcar Mora —con costillas rotas y moretones que dibujan un mapa del dolor.
EPÍLOGO DE UN JUEGO SUSPENDIDO
En Rengo, la comunidad venezolana, se organizan para cremar los cuerpos y darles el último adios. «No es justo morir lejos de tu tierra», dijo un vecino cercano, mientras Yonakel Rodríguez miraba el Aveo destrozado en el depósito: «Ese carro nos llevó a la felicidad y al infierno en un mismo domingo».
Al caer la tarde, alguien colocó un par de guantes de softbol cerca de la Ruta 5 Sur donde murieron. En uno, escribieron con rojo: «Aquí jugaban los que ya no están».
Fotos: Nico Carrasco