Que la selección europea se concentrara en esta pequeña localidad cercana a Rancagua para la cita máxima del fútbol, significó que entre los jugadores “magyares” y los habitantes de Rengo se creara un vínculo de admiración y afecto que sobrevive intacto, a pesar del paso de los años.
Por VÍCTOR MORALES G.
“Porque no tenemos nada, queremos hacerlo todo”. Palabras que calaron hondo en el espíritu de los ciudadanos de Chile. A 60 años de uno de los hitos deportivos más importantes ocurridos en nuestro país, dirigentes y autoridades de una pequeña ciudad fueron inspirados por las palabras de Carlos Dittborn, logrando en esa época la hazaña de albergar a la selección de Hungría en la ciudad de Rengo.
Pero lo trascendental de todo esto no es que una pequeña ciudad se viera beneficiada de este evento. Tampoco el resultado del cuadro europeo en el Mundial, si no el significado que tuvo Hungría para la memoria de miles de habitantes de un pequeño pueblo, como lo acredita el testimonio de aquellos que compartieron con los jugadores del plantel húngaro, y el cómo se logró crear lazos de fraternidad entre una pequeña ciudad de Chile y un país del otro lado del planeta.
La historia comienza en 1961, donde las sedes fueron designadas, dejando a Rancagua como una de ellas. Todo esto por la contribución de la Braden Copper Company. Pero un lugar que estaba en las cercanías, llamado Rengo, se convirtió en recinto de hospedaje para una de las selecciones que participarían en el Mundial de futbol.
Las gestiones hechas por quien era dirigente del fútbol, Humberto Terán Ascuí, ante la Federación de Fútbol de Chile de aquella época, dieron fruto. Terán Ascuí argumentó las ventajas de escoger a Rengo ante otras propuestas hechas, logrando así que, el 5 de mayo de 1961, el Alcalde de Rengo, Enrique Silva, anunciara ante el Concejo Municipal que Rengo sería utilizada como “Villa Olímpica” para el Mundial de Fútbol 1962. Se contaba con un buen campo deportivo y un hotel que cumplía con los requerimientos exigidos paras aquella época, pero lo más importante era el espíritu deportivo que poseían los habitantes de esa ciudad.
El 16 de mayo de 1962, un bus proveniente de Santiago arribó a la ciudad de Rengo, el cual a llevaba a bordo a la selección de fútbol de Hungría que participaría en el Mundial. Fue recibido por las autoridades, y gente que deseaba entregar su hospitalidad, con una más que cordial bienvenida.
La algarabía inundó a Rengo, en ese momento. Todos deseaban compartir con los europeos y hacerlos sentir bien acogidos en la ciudad.
Entre una de las tantas anécdotas y testimonios, Alejandro Ibarra Rubio, que tenía quince años de edad en esa época, contaba que era emocionante el poder compartir con ellos. Caminar al lado de los jugadores el trayecto desde hotel hasta el estadio donde entrenaban, era algo que jamás se le olvidará. El que no hablaran español nunca fue impedimento. Los jugadores eran personas muy amigables para poder comunicarse, aunque fuera en base a señas y buenos gestos, y era increíble verlos entrenar.
Luz Eugenia González tuvo la posibilidad, junto a su familia, de conocer a algunos de ellos en su hogar. Se acordaba especialmente de Iván Menczel y Lászlól Salosi, que después de los entrenamientos compartían con la gente de la ciudad. Pero lo más impactante era que deseaban sentir ambientes más hogareños, y manifestaban que Hungría se vivía en un régimen dictatorial que los hacía sentirse oprimidos. Incluso venían con escoltas informantes del régimen que gobernaba en Hungría.
Entre muchas cosas que hicieron, el elenco de Hungría sostuvo un partido amistoso a estadio lleno contra la selección de Rengo. Los jugadores criollos que participaron de la actividad contaban que la habilidad de los jugadores era extraordinaria, pero que lo más increíble era la pegada al balón, donde la potencia del disparo se convertía en algo nunca visto para ellos. En el segundo tiempo, el arquero húngaro jugó para el elenco renguino, y el portero de Rengo tuvo el honor de jugar para la selección de Hungría.
La victoria fue para el elenco mundialista. Según los viejos que jugaron, o fueron simples espectadores, el resultado terminó en una goleada de 11-1.
Los resultados que obtuvieron los húngaros por su cercanía con la gente calaron hondo en los ciudadanos del pueblo. Siendo chilenos, sufrían y festejaban con pasión con los resultados de la selección húngara. El ganarle a Inglaterra fue extraordinario, motivo de fiesta total para la ciudad, así como perder contra Checoslovaquia fue una tristeza absoluta para Rengo.
El cuadro húngaro fue eliminado y la tristeza de dejar la ciudad y volver a Hungría era devastador, tanto para los jugadores como para los habitantes de la ciudad. Pero esa tristeza no sería eterna, porque años después la selección de Hungría volvería a visitar Rengo, donde jugaron un partido contra la selección juvenil renguina de aquella época. Los niños que habían compartido con sus ídolos del Mundial chileno ya eran jóvenes que jugaban al futbol. De esa forma lo recordó Segundo Orellana Núñez, quien jugó ese partido y pudo compartir con su ídolo, Ernő Solymosi, en la segunda venida de la selección húngara a Sudamérica, previo al Mundial de Inglaterra 1966.